La mano negra de Luis Calderón VegaRodrigo Vera
Durante una convención panista realizada en 1980, el entonces líder del PAN, Abel Vicencio Tovar, vio que entre los asistentes se encontraban tres jóvenes panistas hijos de Luis Calderón Vega, un renombrado fundador de Acción Nacional, que poco antes había abandonado el partido por diferencias con su dirigencia nacional.
Desde el estrado, Vicencio Tovar comentó irónico:“Se salió el papá, pero nos dejó aquí a sus tres hijos... Se quedó la mano negra de Luis Calderón Vega”.
Abel Vicencio había intentado que la Comisión de Orden emprendiera un juicio contra Calderón Vega, pues éste no acataba algunas disposiciones de su liderazgo. Pero la comisión no se decidía a enjuiciar a tan destacado panista. Le daba largas al asunto. Hasta que –para evitarse la deshonra de un proceso en su contra-- Calderón Vega optó por adelantarse y presentar su renuncia.
La salida de Calderón Vega casi coincidió con el ingreso al partido de sus tres hijos –Luisa María, Juan Luis y Felipe-- a quienes Abel Vicencio consideraba como los retoños que dejaba el fundador del PAN. Nunca imaginó que, 26 años después, uno de estos jóvenes, Felipe, sería el presidente electo de México.
Felipe inició su campaña publicitaria con un spot con el que reivindicaría la figura de su padre, quien lo introdujo a la política desde que Felipillo era todavía un niño. Aparte ser fundador del partido, en 1939, a don Luis se le considera como un “filosofo social” y un “humanista” que destacó en el campo de la oratoria y en la formación de los nuevos cuadros del PAN, partido del que conocía tan bien su historia que llegó a ser su cronista.
Hoy, su hijo se ha ganado el mote de “joven precoz” porque, a sus 44 años de edad, superó dentro del PAN la trayectoria de su padre: Felipe fue diputado federal, candidato a gobernador de Michoacán, secretario general y dirigente nacional del partido, secretario de Estado y ahora presidente electo.
Amigo de don Luis Calderón desde los años 50 hasta su muerte, el actual senador panista Federico Ling Altamirano comenta:“Don Luis fue el gran formador de su hijo Felipe. Y cosa curiosa; en el momento en que el padre renuncia al partido, el hijo presenta su solicitud de ingreso”.
--¿Molestó al padre que el hijo entrara al partido que él acababa de abandonar?--
Uno pensaría eso. Pero no fue así. El partido fue el gran amor de don Luis. Y el hijo destacó de inmediato.
Adquirió la firmeza y las convicciones del padre. Es más, incluso físicamente el parecido de Felipe con don Luis se acentúa con los años. Pero Felipe aprendió otras cosas que a nosotros nos parecen aburridas. La economía, por ejemplo, con todos esos conceptos de desarrollo sustentable, globalización y demás. “El mismo Felipe comenta que, cuando era niño, durante las tardes al acabar de comer, retiraban el mantel de la mesa para poner sobre ella volantes que luego doblaban y empezaban a repartir por las calles. La típica escena de la casa panista de aquellos años”.
--¿Cómo conoció usted a don Luis Calderón?--
Yo estudiaba preparatoria la primera vez que supe de él, a mediados de los años 50. Entonces, yo iba a la escuela de periodismo Carlos Septién García, cuando todavía estaba por la calle de San Juan de Letrán y pertenecía a la Acción Católica.
“Recuerdo que el periodista Carlos Septién acababa de morir en un accidente aéreo. Y a la entrada de la escuela habían colocado un álbum que tenía una colección de artículos que hablaban sobre su vida. Había uno que se titulaba “Carlos Septién y la hispanidad”. Lo leí y me impresionó por su lenguaje extraordinario y su amenidad. Lo firmaba Luis Calderón Vega. El nombre se me quedó grabado.“Al poco tiempo, asistí a una conferencia sobre hispanidad que Luis Calderón impartió en el gran salón del Casino Español. Fue entonces cuando lo conocí personalmente. Era un hombre moreno, de voz armoniosa, algo ronca, y que se expresaba con gran claridad. Me impresionó su personalidad.
“Empezaba a frecuentar al partido y oía hablar de los grandes personajes del panismo: González Torres, Gutiérrez Lascurain, Gómez Morín, González Luna, Estrada Iturbide… y entre ellos, obviamente, se mencionaba mucho a Calderón Vega”.
--¿Qué se decía de él?--
Se le consideraba uno de los mejores oradores del PAN. Entre los tres o cinco más destacados. Además, a principios de los años cuarenta, Calderón Vega fue de aquellos personajes talacheros que fundaron el PAN en varios estados de la República. “Y cuando todavía se habla de los grandes capacitadotes del partido a nivel nacional, siempre se menciona el nombre de Florentina Villalobos, una maestra de Chihuahua; y el de Calderón Vega. ¡Y hasta ahí! Fueron una especie de misioneros que, con grandes penurias económicas, viajaban a todas partes de la República para dar formación a los panistas”. El senador Ling Altamirano, panista de viejo cuño, habla en su moderno despacho de Paseo de la Reforma. Rememora la faceta de periodista de su amigo, quien publicaba en la revista del PAN:
“Calderón Vega solía escribir artículos en La Nación. Escribía con la misma fluidez con que hablaba. Y los panistas de aquel tiempo lo leíamos con mucho interés. Memorizábamos algunas de sus frases. ´Me gusta esta frase bien hecha de Calderón, en mi próximo discurso la voy a decir para apantallar a la audiencia´. Así copiábamos sus ideas”.
--¿Cómo podría definir su pensamiento?--
Bueno, hay que tomar en cuenta que, siendo joven, don Luis tuvo un estrecho contacto con las juventudes católicas, concretamente con la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), organización que dirigió por un tiempo y que estaba inspirada en la doctrina social de la Iglesia.
“Detrás de la UNEC había sacerdotes jesuitas de avanzada que instaban a los universitarios católicos a dejar el ámbito de la sacristía para tener mayor participación social. La encíclica Rerum Novarum era constante fuente de inspiración para todos ellos.“
La UNEC tenía sus oficinas en la calle de Cuba, número 88, cerca de la Plaza de Santo Domingo, en pleno centro de la ciudad de México. Y Calderón Vega escribió un libro sobre la historia de la UNEC al que tituló precisamente Cuba 88. El libro me gusta tanto que lo he regalado varias veces.
“De manera que el pensamiento de don Luis tenía esas influencias. Para mí, fue un filósofo social y un humanista de sólida formación intelectual. Le tocó vivir una etapa del PAN en la que sus dirigentes eran prácticamente unos misioneros. Nadie cobraba sueldo, ni siquiera el jefe nacional”. Ling Altamirano menciona que don Luis Calderón fue incluso cronista del PAN. Al cumplirse el cuadragésimo aniversario del partido, en 1979, escribió ese tramo de su historia en el libro 40 años en la plaza pública. “Una excelente síntesis que después, año con año, se iba actualizando”. Calderón Vega fue diputado federal de 1979 a 1982. Y su compañero de bancada fue justamente Ling Altamirano, quien recuerda:
“Sí, coincidimos en esa diputación federal que resultó muy interesante, pues fue la primera vez que hubo plurinominales y la izquierda supo aprovechar llevando a la Cámara a gente muy interesante, como Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa y Demetrio Vallejo”.
--¿Don Luis Calderón destacó en tribuna?--
Tuvo pocas intervenciones, pero todas de una excelente calidad. Me acuerdo en particular de un discurso suyo cuando se debatía la inclusión de la autonomía universitaria en el artículo tercero constitucional. Fue un notable discurso porque además él había participado en esa lucha, siendo Gómez Morín rector de la universidad, en los años treinta. En la Cámara de Diputados se estrechó la amistad entre don Luis y yo. Fue también la época en que él renunció al partido.
--¿Cuáles fueron los motivos de su renuncia?
Ling Altamirano hilvana sus ideas, ordena sus recuerdos. Y responde:“Abandonó el partido por desacuerdos con su dirigencia nacional, encabezada en ese tiempo por Abel Vicencio Tovar, quien estaba abierto a la reforma política diseñada por Jesús Reyes Heroles, en la que se ofrecía financiamiento gubernamental a los partidos políticos. Abel decía: ´Hay que aceptar esos recursos, los demás partidos lo están haciendo legítimamente. No es ningún delito´.
“Don Luis Calderón y otros panistas, en cambio, no compartían mucho esa idea, pues el ciudadano iba a interpretarlo como que el PAN recibía dinero del PRI para hacerla de su palero.
Se confundía entonces al gobierno con el PRI.
“A los diputados panistas, el gobierno nos ofrecía ponernos oficinas en un edificio de la calle Lafragua, junto con los diputados de otros partidos. El diputado Calderón Vega me decía indignado: `¿Eso significa que vamos a convivir codo con codo con esa mugre a la que siempre hemos criticado y ellos nos han criticado a nosotros? ¿Vamos a compartir una cafetería y una peluquería con esa gente que nos ha dicho cosas terribles? ¡Yo no quiero convivir con ellos!´ Estaba, pues, en desacuerdo con la nueva convivencia.
“Además, a don Luis no le gustaba tampoco la nueva manera de elegir candidatos, de hacer convenciones, de manejar al partido, por lo que se negó a seguir dando sus cuotas al PAN, que eran muy considerables: el 33 por ciento de nuestro sueldo. ´No tengo por qué darle esa parte de mis dietas a un comité ejecutivo con el que no estoy de acuerdo´, me decía molesto”.
--¿Tuvo fricciones personales con Abel Vicencio?--
Sí, hubo fricciones entre ambos. Llegaron a tener dificultades. Había un choque personal que no se debía a desacuerdos por la línea ideológica del partido, sino más bien a la manera en que Abel lo conducía. Y Abel en ese tiempo era el jefe nacional, pero también el coordinador de la fracción parlamentaria.
“Llegó un momento en que Abel le dijo: ´Mira, Luis, o te sometes a todas las reglas del partido o mejor te vas´. Y Calderón Vega le contestó: ´Bueno, pues intenta correrme´. Creo que, en el fondo, el conflicto lo provocó el fin de una manera de hacer política y el principio de otra”.
Ling Altamirano relata que, después, Vicencio Tovar solicitó al CEN que enviara el caso a la Comisión de Orden, para que ésta juzgara a Calderón Vega. “Hay que llegar hasta el final”, insistía el líder nacional del PAN. Pero la dirigencia panista le daba largas al asunto.Prosigue el actual senador:
“El asunto no pasaba del CEN. Nadie quería tomar una decisión, pues era muy difícil consignar a uno de los más ilustres fundadores del partido. Hasta que el propio Calderón Vega dijo: ´Como ustedes no se atreven, yo sí lo hago; ¡renuncio al PAN!´. “Todavía una noche antes a que presentara su carta de renuncia, Carlos Castillo Peraza, Alberto mi hermano y yo intentamos disuadirlo. Sostuvimos una reunión con don Luis, en la casa que tenía Castillo Peraza cerca del monumento a la Independencia. ´¿Qué gana con dejar el partido, don Luis?´. Pero él estaba decidido: ´Todo tiene un principio y un fin. Me voy´. Y al salir, para que no lo acusaran de mezquino, pagó todas las cuotas que debía, pero no al PAN nacional, sino al de Michoacán”.
Calderón Vega también comunicó su decisión a sus tres hijos que se quedaban en el PAN, a quienes incluso les dio su carta de renuncia.
Comenta su hijo Juan Luis:“Antes de renunciar, habló con nosotros tres. Éramos muy jóvenes y empezábamos a realizar activismo en el partido. Luisa María estaba estudiando en Guadalajara, Felipe estudiaba en México y yo en Morelia. ´No quiero que compartan mis razones ni que renuncien conmigo´, nos dijo mi padre, quien había militado 40 años en el partido. Y nos dio una copia de su carta de renuncia”.
--¿Nadie de ustedes intentó, junto con él, dejar al PAN?--
No. Era el año de 1980. Teníamos apenas unos 18 ó 19 años de edad. Nuestra postura era que debíamos continuar la discusión, pero dentro del partido. Ese mismo año, recién salido mi papá, hubo una asamblea nacional del PAN. Yo estaba cerca del presidium. Ahí, Abel Vicencio dijo de nosotros: ´Se salió el papá, pero nos dejó aquí a sus tres hijos… Se quedó la mano negra de don Luis Calderón Vega”.
Don Luis continúo asistiendo a la Cámara en su calidad de diputado, pero con una actitud huraña que lo fue separando de los legisladores del PAN. Cuenta Ling Altamirano:“Prácticamente se separó de la fracción parlamentaria. Ya no se consideraba integrante de ella. Llegaba a la Cámara y se sentaba en los asientos de atrás. No quería platicar con el grupo”.
El desencantoEn 1984, a sus 73 años de edad y ya retirado de la política, Calderón Vega concedió una entrevista a Proceso. Ahí reflejó su desencanto por el partido:“El PAN era un partido de clases, no de clase. Ahora se pretende convertirlo en un partido de una sola clase: la empresarial. Allí quieren llevarlo”.
Nostálgico, mencionó los objetivos que, al nacer, se proponía el partido:“Surgió de la necesidad de llegar a la ciudadanía para que actuara políticamente… La idea era crear una conciencia humanista, comunitaria, en los mexicanos, con el fin de hacerlos participar en los procesos políticos y satisfacer las exigencias del bien común”.
--¿Si viviera Manuel Gómez Morín, reconocería al PAN como el partido que fundó?--
No, no, qué lo iba a reconocer. Le voy a dar un ejemplo: el maestro Gómez Morín fundó, entre otras instituciones oficiales, lo que ahora es Banobras, con el objetivo de ayudar a los municipios pobres en la construcción de obras públicas. ¡Caray!, qué hubiera dicho cuando algunos diputados del PAN defendieron la proposición de López Portillo para prestarle no sé cuantos miles de millones de pesos al Grupo Alfa. Un préstamo para salvar a los millonarios. Imagínese, se hubiera muerto si hubiera visto eso.
Paradójicamente, su hijo Felipe Calderón fue director de Banobras en el actual sexenio, y aprovechó el cargo para solicitar, en 2003, un autopréstamo por más de tres millones de pesos.
Al viejo ideólogo y cronista del PAN ya no le tocó ver esta acción de su hijo –a quien le gusta llamarse “el hijo desobediente”--. Murió antes, en diciembre de1989, a causa de un infarto.