Nueva etapa: crear la Cuarta República de México
Escrito por Julio Pomar
Empezó y terminó el mismo sábado 16 de septiembre, aniversario patrio, la Convención Nacional Democrática (CND) convocada por el obradorismo y las fuerzas populares de la izquierda y centro-izquierda de México que repudian el fraude electoral del 2 de julio y la imposición del panista Felipe Calderón como presidente electo. Con la creación de la CND se cerró la etapa propiamente poselectoral y se abre una nueva con horizontes de gran aliento político, pero con incertidumbre que por hoy son motivo de agudas diferencias y hasta zozobras. Por lo pronto, la CND definió a Andrés Manuel López Obrador como “presidente legítimo” de México, que se opondrá al “presidente impuesto” y “espurio”, Felipe Calderón Hinojosa, y a sus determinaciones.
Nadie duda de la gravedad de la crisis política a la que el fraude oficial y derechista del 2 de julio ha sumido a México. Han provocado ellos --no la izquierda-- un país bicéfalo. Pero mientras la derecha está gritando --aunque no se lo crea-- que la definición de López Obrador como presidente legítimo y con ello la erección de un gobierno alterno, es sólo una “vacilada”, una tomadura de pelo, algunos personeros antes identificados en la izquierda, como el novelista Carlos Fuentes y Cuauhtémoc Cárdenas, señalan que ese es un “craso error”. No es caso tan grave el del escritor Carlos Fuentes, pues hace rato que se ha alejado de la política, aunque opine seguidamente sobre esta materia, y no tiene una participación protagónica directa en ella. Naturalmente, muy en su derecho de afirmar que el 2 de julio “no hubo ningún fraude”. Cosa distinta es que tenga razón o exprese la verdad.
Lo grave es la actitud de Cuauhtémoc Cárdenas, quien respondió a un comentario de la escritora Elena Poniatowska con una larga carta en que establece sus diferencias con Andrés Manuel López Obrador. Ella, la señora Poniatowska, declaró el 9 de septiembre que si el subcomandante Marcos, Cárdenas y Patricia Mercado (la candidata por el Partido Alternativa Socialdemócrata) “se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”. En su larga carta de respuesta, Cárdenas aprovecha la ocasión para exponer una serie de razones y cuestionamientos a la campaña de López Obrador, alguno que otro justificado y real, pero en ella campea, más que envidia, resentimiento, resquemor. Algo equivalente a decir: ¿Cómo al “líder moral” del PRD se le tilda de envidioso o se le acusa de haberse “echado para atrás”? ¿Cómo a mí, que soy personificación de la lucha por la democracia, se me acusa de echarme para atrás?
Pero lo que en su dilatado texto don Cuauhtémoc Cárdenas no menciona, ni como referencia ni de pasada, es su actitud ante el robo electoral que la izquierda sufrió en 1988, cuando él encabezó el Frente Democrático Nacional que lo postuló. Ni que ante el fraude él mismo desmovilizó a sus huestes sin hacer virtualmente nada para la lucha por la democracia y que eso permitió la llegada impune de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, quien operó la etapa más negra de la regresión histórica contemporánea de México. Su justificación en esos días fue que no quiso ensangrentar al país.
O sea, a Cárdenas, y con él al pueblo que lo siguió, en 1988 le robaron la elección de la manera más crasa y grosera, y él quedó como mártir de la democracia y aunque protestó, no hizo nada importante para repudiar --ya no digamos revertir-- ese fraude. Pero ahora, en el 2006, sí acepta que le roben la elección a López Obrador y otra vez a la izquierda y al pueblo, y considera “craso error” crear un gobierno alterno contra el fraude. Contendió en dos ocasiones más para la presidencia y ambas las perdió (primero con Zedillo en 1994 y después con Fox en el 2000), ahora sí con evidencia, aunque no dejo de haber trucos fraudulentos en ello, y donde fue pública y notoria su falta de capacidad para vencer en los sendos debates precomiciales. De ello resultó que dentro del PRD se desdibujó su posibilidad de contender por cuarta ocasión como candidato de la izquierda y el elegido interno fue López Obrador, quien además hubo de arrostrar todo un operativo continuo de inhabilitación, descalificación y difamación de parte del gobierno de Fox y de la derecha y los poderes fácticos, que culminó con el fraude que ahora millones de mexicanos repudian.
En el ámbito de AMLO nadie ha respondido ni media palabra al señor Cárdenas Solórzano. Pese a esa carta, han respetado su “derecho a disentir, a pensar diferente”. Más bien se ocupan de la siguiente etapa de la lucha. Para ello han impedido la desmovilización de los otros dos partidos de la Coalición por el Bien de Todos (el del Trabajo y el de Convergencia por la Democracia), quienes juntos harán causa común en el ámbito legislativo para reformar las instituciones, y para ello se han coaligado en el Frente Amplio Progresista por el Bien de Todos (FAP), además de decidir crear el gobierno alterno, que será itinerante con sede en la capital de la República.
El espíritu que campea en el lado obradorista fue resumido de manera muy inteligente por Porfirio Muñoz Ledo, en un extraordinario discurso la tarde del viernes 15 en el Zócalo, en la última “asamblea informativa”, frente a López Obrador y con la plaza atestada de participantes: “¡No vamos a levantarnos en armas, vamos a levantarnos en almas, porque esta es una revolución de las conciencias!” E igualmente: “No vamos a celebrar un abrazo de Acatempan, ni a celebrar ningún Plan de Iguala; no vamos a permitir una simulación de imperio disfrazado de República. Vamos a construir la Cuarta República Mexicana: ¡independencia, reforma, revolución y transformación democrática!”, en clara alusión a las repúblicas surgidas de los movimientos de 1810-24, 1857-67, 1910-17 y el de este 2006.
pojulio2@prodigy.net.mx
Escrito por Julio Pomar
Empezó y terminó el mismo sábado 16 de septiembre, aniversario patrio, la Convención Nacional Democrática (CND) convocada por el obradorismo y las fuerzas populares de la izquierda y centro-izquierda de México que repudian el fraude electoral del 2 de julio y la imposición del panista Felipe Calderón como presidente electo. Con la creación de la CND se cerró la etapa propiamente poselectoral y se abre una nueva con horizontes de gran aliento político, pero con incertidumbre que por hoy son motivo de agudas diferencias y hasta zozobras. Por lo pronto, la CND definió a Andrés Manuel López Obrador como “presidente legítimo” de México, que se opondrá al “presidente impuesto” y “espurio”, Felipe Calderón Hinojosa, y a sus determinaciones.
Nadie duda de la gravedad de la crisis política a la que el fraude oficial y derechista del 2 de julio ha sumido a México. Han provocado ellos --no la izquierda-- un país bicéfalo. Pero mientras la derecha está gritando --aunque no se lo crea-- que la definición de López Obrador como presidente legítimo y con ello la erección de un gobierno alterno, es sólo una “vacilada”, una tomadura de pelo, algunos personeros antes identificados en la izquierda, como el novelista Carlos Fuentes y Cuauhtémoc Cárdenas, señalan que ese es un “craso error”. No es caso tan grave el del escritor Carlos Fuentes, pues hace rato que se ha alejado de la política, aunque opine seguidamente sobre esta materia, y no tiene una participación protagónica directa en ella. Naturalmente, muy en su derecho de afirmar que el 2 de julio “no hubo ningún fraude”. Cosa distinta es que tenga razón o exprese la verdad.
Lo grave es la actitud de Cuauhtémoc Cárdenas, quien respondió a un comentario de la escritora Elena Poniatowska con una larga carta en que establece sus diferencias con Andrés Manuel López Obrador. Ella, la señora Poniatowska, declaró el 9 de septiembre que si el subcomandante Marcos, Cárdenas y Patricia Mercado (la candidata por el Partido Alternativa Socialdemócrata) “se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”. En su larga carta de respuesta, Cárdenas aprovecha la ocasión para exponer una serie de razones y cuestionamientos a la campaña de López Obrador, alguno que otro justificado y real, pero en ella campea, más que envidia, resentimiento, resquemor. Algo equivalente a decir: ¿Cómo al “líder moral” del PRD se le tilda de envidioso o se le acusa de haberse “echado para atrás”? ¿Cómo a mí, que soy personificación de la lucha por la democracia, se me acusa de echarme para atrás?
Pero lo que en su dilatado texto don Cuauhtémoc Cárdenas no menciona, ni como referencia ni de pasada, es su actitud ante el robo electoral que la izquierda sufrió en 1988, cuando él encabezó el Frente Democrático Nacional que lo postuló. Ni que ante el fraude él mismo desmovilizó a sus huestes sin hacer virtualmente nada para la lucha por la democracia y que eso permitió la llegada impune de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, quien operó la etapa más negra de la regresión histórica contemporánea de México. Su justificación en esos días fue que no quiso ensangrentar al país.
O sea, a Cárdenas, y con él al pueblo que lo siguió, en 1988 le robaron la elección de la manera más crasa y grosera, y él quedó como mártir de la democracia y aunque protestó, no hizo nada importante para repudiar --ya no digamos revertir-- ese fraude. Pero ahora, en el 2006, sí acepta que le roben la elección a López Obrador y otra vez a la izquierda y al pueblo, y considera “craso error” crear un gobierno alterno contra el fraude. Contendió en dos ocasiones más para la presidencia y ambas las perdió (primero con Zedillo en 1994 y después con Fox en el 2000), ahora sí con evidencia, aunque no dejo de haber trucos fraudulentos en ello, y donde fue pública y notoria su falta de capacidad para vencer en los sendos debates precomiciales. De ello resultó que dentro del PRD se desdibujó su posibilidad de contender por cuarta ocasión como candidato de la izquierda y el elegido interno fue López Obrador, quien además hubo de arrostrar todo un operativo continuo de inhabilitación, descalificación y difamación de parte del gobierno de Fox y de la derecha y los poderes fácticos, que culminó con el fraude que ahora millones de mexicanos repudian.
En el ámbito de AMLO nadie ha respondido ni media palabra al señor Cárdenas Solórzano. Pese a esa carta, han respetado su “derecho a disentir, a pensar diferente”. Más bien se ocupan de la siguiente etapa de la lucha. Para ello han impedido la desmovilización de los otros dos partidos de la Coalición por el Bien de Todos (el del Trabajo y el de Convergencia por la Democracia), quienes juntos harán causa común en el ámbito legislativo para reformar las instituciones, y para ello se han coaligado en el Frente Amplio Progresista por el Bien de Todos (FAP), además de decidir crear el gobierno alterno, que será itinerante con sede en la capital de la República.
El espíritu que campea en el lado obradorista fue resumido de manera muy inteligente por Porfirio Muñoz Ledo, en un extraordinario discurso la tarde del viernes 15 en el Zócalo, en la última “asamblea informativa”, frente a López Obrador y con la plaza atestada de participantes: “¡No vamos a levantarnos en armas, vamos a levantarnos en almas, porque esta es una revolución de las conciencias!” E igualmente: “No vamos a celebrar un abrazo de Acatempan, ni a celebrar ningún Plan de Iguala; no vamos a permitir una simulación de imperio disfrazado de República. Vamos a construir la Cuarta República Mexicana: ¡independencia, reforma, revolución y transformación democrática!”, en clara alusión a las repúblicas surgidas de los movimientos de 1810-24, 1857-67, 1910-17 y el de este 2006.
pojulio2@prodigy.net.mx
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