Cambiemos a México

lunes, septiembre 18, 2006

En rebeldía, López Obrador traspone el Rubicón

Por: Salvador del Río
Opinión México

Proclamado “presidente legítimo” por más de un millón de personas reunidas en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador ha transpuesto el Rubicón (1). Sin aparente camino de retorno, en la nueva fase de su lucha en contra de la designación de presidente electo a favor del conservador Felipe Calderón, el movimiento del izquierdista Andrés Manuel López Obrador tiene ante sí la tarea de mostrar el alcance de la protesta popular y profundizarla hasta alcanzar el cambio total del sistema de gobierno de México por una sociedad más justa.

El ex candidato de la coalición encabezada por el Partido de la Revolución Democrática convocó, ante la Convención Nacional Democrática en el Zócalo capitalino, a la creación de una cuarta República, evocando los sistemas que siguieron a las promulgaciones de la constituciones de 1824, 1857 y 1917. La decisión arrancada a la multitud en la asamblea que siguió a la celebración oficial del 16 de septiembre para conmemorar el inicio de la lucha por la independencia en 1810 plantea dos rutas a seguir: una extra jurídica con la integración de un gobierno paralelo al que debe tomar posesión oficial el próximo primero de diciembre encabezado por Felipe Calderón y otra dentro de la legalidad con la creación de un Frente Amplio Progresista, autorizado por el reglamento del Instituto Federal Electoral como una coalición de partidos y organizaciones políticas en períodos entre comicios.

En el primer caso, se plantea la transición de la resistencia civil ejercida mediante la ocupación del Zócalo, las avenidas Madero y Juárez y el Paseo de la Reforma, que ya cesó, a una postura de abierta rebeldía a las instituciones equivalente a una revolución sin armas. El nombramiento de un presidente al margen del resultado oficial de las elecciones constituye sin duda un acto fuera de la ley cuyas consecuencias pueden ser la proscripción y la adopción de medidas por parte del gobierno para contenerlo, o el triunfo de la causa si el movimiento popular que lo respalda se mantiene y se acrecienta hasta lograr la meta de un cambio total en el régimen establecido mediante una nueva Constitución. Cuando la Convención convoque a un congreso constituyente, el movimiento de López Obrador estará en posibilidades de consumar una transformación similar a las revoluciones de independencia, la liberal de 1857 y la surgida de la Revolución Mexicana con la aprobación de la actual Carta Magna. La fecha escogida para la toma de posesión de López Obrador como presidente “legítimo”, el 20 de noviembre próximo, es significativa por coincidir con el aniversario del comienzo del movimiento social en 1910.

Como todos los cambios que han desembocado en una transformación constitucional de la sociedad, el propuesto por López Obrador enfrentará la oposición del aparato gubernamental.
Para triunfar requerirá de un respaldo de amplias capas de la población capaces de doblegar la reticencia oficial, con una dimensión extensa y una actividad permanente y firme, pues de lo contrario el apoyo se debilitará hasta una posible extinción. El mantenimiento de la coalición integrada para las elecciones por los partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia, asegura en cierta forma la parte legal de las acciones, a las que se unirán otras organizaciones; al mismo tiempo, la movilización anunciada por López Obrador comenzando en esta semana por el apoyo al candidato al gobierno de su estado natal, Tabasco, busca mantener viva esa movilización.

Por cuanto hace a la organización de la Convención y de los trabajos para la convocatoria a un congreso constituyente, López Obrador anunció el sábado mismo, ante los asistentes a la asamblea del Zócalo, la integración de comisiones en la que figuran antiguos luchadores sociales, miembros de partidos de izquierda e intelectuales como la escritora Elena Poniatowska o Rosario Ibarra de Piedra, quien ha sostenido una larga batalla en demanda de la aparición de su hijo, detenido en 1973 por su participación en las guerrillas urbanas de esos años.

En la nueva fase de su movimiento, López Obrador se refiere a la continuación de una lucha histórica entre bandos opuestos: centralistas y federalistas en la época de la independencia, liberales y conservadores en la Reforma y ahora derechistas y progresistas. Plantea así una división en la que es de preverse la delimitación más profunda de los campos políticos en la sociedad mexicana: el aparato gubernamental, respaldado por buena parte de las fuerzas económicas y un amplio sector de los medios de comunicación, combatirá las acciones de López Obrador y éste tendrá la oportunidad de apoyarse en los grupos más desposeídos. La situación del país como resultado de las políticas neoliberales de los tres últimos gobiernos -dos del Partido Revolucionario Institucional y uno de Acción Nacional- ha generado el incremento en el número de pobres, estimado en más de 60 millones en una población de 105 millones. La pretensión gubernamental que afirma haber logrado la estabilidad financiera en la macroeconomía, se cimbra con las cifras del desempleo y la economía real de los hogares, en constante deterioro.

Es en esas circunstancias que el país entra en un proceso de enfrentamiento que pudo haberse evitado si el gobierno y las instituciones electorales hubieran aceptado el recuento voto por voto, casilla por casilla, demandado por la Coalición que sostuvo la candidatura de López Obrador, y después si el tribunal federal electoral hubiera determinado la anulación de las elecciones ante las evidencias, reconocidas explícitamente por el organismo, de irregularidades antes y durante los comicios, las más graves cometidas por el propio presidente Vicente Fox, que ameritaban la nulidad.

Más allá del Rubicón marcado por el desconocimiento absoluto de Felipe Calderón como presidente electo de su eventual toma de posesión, López Obrador se adentra, como el emperador romano, en terreno desconocido y hasta ahora impracticado; responde con un reto que puede transformar de raíz a la sociedad actual o fracasar ante la reacción del sistema imperante.

Nota:1) El Rubicón es un río del norte de Italia, que en la antigua Roma, era importante pues se lo consideraba el límite entre la provincia romana de Gallia Cisalpina y la capital romana. La ley romana prohibía a cualquier general cruzarlo con un ejército preparado, protegiendo de esta forma a la república de una amenaza militar interna. Cuando Julio César lo atravesó en el año 49 antes de Cristo, persiguiendo a Gnaeus Pompeius Magnus, rompió la ley e hizo inevitable el conflicto armado. En ese entonces Julio César pronunció la frase “la suerte está echada”. Actualmente, “Cruzar el Rubicón” puede ser interpretada como tomar una decisión de enorme trascendencia en la vida.


 
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