Astillero
Julio Hernández López
09/10/2006
Picnic forzado
-Oaxaca, el tema
-Pleitos internos
-Espinan a Felipe
La semana política más riesgosa del calendario oaxaqueño reciente comenzó con un picnic forzado. Felipe Calderón hubo de concurrir a los dominios campestres de Vicente Fox para dialogar sobre la papa caliente del sur, aunque de manera oficial los presidentes dijeron que parlamentaron sobre ¡oh, sí! temas relacionados con la entrega-recepción de la administración pública. Los presidentes (cuando menos uno de ellos es saliente, adivine el lector cuál, o apueste a la segura escogiendo las dos opciones) tuvieron un dominical encuentro bucólico que pretendió aparentar paz, aunque sabido es que El Breve se queja de que El Alto (de bigotito) pretende, con el caso Oaxaca como pretexto, instalar un minimato en el que el actual capellán de Gobernación, San Carlos Abascal, sea confirmado en el cargo, y en el que la debilidad del presuntamente entrante le impida cobrar cuentas al pasado martucho y foxucho que por ello se niega a ser pretérito y trata de ser presente y futuro amenazantes.
Calderón sabe que el caso Oaxaca se ha estado manejando sospechosamente mal. Y que un baño de sangre en aquella entidad sería una fórmula inmejorable para acelerar las protestas en su contra. Por ello le ha sido necesario aclarar paradas con un presidente en funciones que parecería trabajar en contra del michoacano y que en ocasiones semeja estar muy interesado en crear caos interino que impidiera la toma de posesión de quien fue malquerido como secretario de Energía y ahora lo es como presidente en ciernes.
Por ello, la cita dominical en San Cristobal Camp ha sido un último ajuste de criterios antes de que en esta semana el gobierno federal se dé por bien notificado del problema que causó, se horrorice ante él e (hipocresía, siempre hipocresía) inmediatamente ordene que se restablezca el orden público a cachiporrazos y disparos de gas lacrimógeno y de armas de fuego. Oaxaca es resultado de las grandes fallas políticas del foxismo, pero el estallido pretende ser endosado a la cuenta de Calderón mediante tácticas dilatorias (la carta del abad Scal a la APPO y los profesores de la sección 22) que hagan a Felipe cometer, como mandatario impugnadísimo, su heredado error político de diciembre.
Pero, por más que se hagan fotografiar en locaciones rancheras, los dos presidentes siguen sin entender la razón profunda de lo que sucede en Oaxaca y en buena parte del país. Los mecanismos oficiales de interlocución ya no funcionan, y el entramado institucional que durante décadas garantizó cierta estabilidad política y social (combinando, en dosis a gusto de los gobernantes en turno, la corrupción, la mediatización y la represión) ahora sólo genera enojo ciudadano y ficciones como las engoladas mesas de negociación que Bucareli ha montado sin la presencia de las partes realmente importantes que son la APPO y el magisterio de la sección 22 del SNTE.
El uso del caso Oaxaca como bomba transexenal que mantenga a Calderón uncido a los proyectos de continuismo que ha diseñado la pareja presidencial es sólo una muestra de las reyertas internas que se viven entre Los Pinos y la casa calderonista de transición y entre ésta y la oficina del dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, rudimentario operador de tercera línea que luego de ciertos forcejeos con la pareja martística se alineó con la Señora Presidenta y ahora ejerce funciones de marcaje, provocación y contención del felipismo. El mencionado Espino ha arrebatado al débil Felipe las coordinaciones de bancadas legislativas y, aduciendo un peculiar aire de independencia del PAN respecto del próximo presidente, sostiene un cotidiano pleito tú a tú con Calderón, a tal grado que los "estrategas" bonsai del michoacano inscriben a la elite directiva espinista entre los escollos importantes rumbo a la toma del poder.
Mal momento para las desgarraduras internas (el secretario de Marina inventa cada día peores excusas para hablar de los vuelos amenazantes que sobre Oaxaca ha lanzado, mientras el titular de la Sedena advierte que él, Gerardo Clemente Vega, nada más recibe órdenes del Presidente de la República). Porque justamente esta semana habrá de ser de definiciones mayores. Ni Abascal ni ningún otro funcionario del foxismo está en condiciones de arreglar Oaxaca, porque tanto monseñor Carlos María como sus acólitos carecen de formación política y su mayor mérito estriba en encomendar los conflictos terrenos a la voluntad divina. La anemia política de los gobernantes contrasta con la habilidad de los dirigentes del movimiento oaxaqueño, especializados en asambleas, movilizaciones y negociación. Abascal juega a ponerse serio y a lanzar un ultimátum por aquí y otro por allá, pero cada vez le es más difícil el camino político, y no porque sea inviable, sino porque el secretario de Gobernación no sabe hacer política y lo que toca lo convierte en crisis.
La estancia de los oaxaqueños en el Distrito Federal colocará en peor condición al diazordacismo foxista latente. Al flanco específico de la ciudad de Oaxaca (donde Ulises Ruiz trama diariamente actos de provocación) habrá que agregar la movilización en la capital del país. La solidaridad con ese movimiento oaxaqueño, y la exigencia incansable de que no haya represión, hacen a Los Pinos cada día más caro política y socialmente el uso del expediente Atenco.
Con un agregado: la historia de gran democracia y alegre gobierno que en complicidad con los medios, sobre todo los electrónicos, ha impuesto la plutocracia como verdad dominante se descascara cuando se confronta esa visión virtual con la realidad de un México agraviado que se manifiesta en las calles y en la lucha política. El reino de la percepción con el que se impuso el fraude electoral, y que mantiene todavía embebidos a muchos ciudadanos cuya única fuente de información política son los programas de las televisoras o los comentarios radiofónicos alineados, se diluye cuando, a la retahíla de lugares comunes que esa tele y radio inculcan, se oponen movimientos y acciones como los oaxaqueños, que nos dicen a todos que la paciencia popular está al límite y que por más manipulación de conciencias que los gobiernos del espot ordenen, la realidad real sigue insatisfecha y, en casos como los de quienes hoy arriban al DF, movilizada.
¡Hasta mañana, en esta columna que ya ve al PRI encaminado a aprobar, junto al PAN, una "reforma hacendaria integral"!
Fax: 56 05 20 99 juliohdz@jornada.com.mx
Julio Hernández López
09/10/2006
Picnic forzado
-Oaxaca, el tema
-Pleitos internos
-Espinan a Felipe
La semana política más riesgosa del calendario oaxaqueño reciente comenzó con un picnic forzado. Felipe Calderón hubo de concurrir a los dominios campestres de Vicente Fox para dialogar sobre la papa caliente del sur, aunque de manera oficial los presidentes dijeron que parlamentaron sobre ¡oh, sí! temas relacionados con la entrega-recepción de la administración pública. Los presidentes (cuando menos uno de ellos es saliente, adivine el lector cuál, o apueste a la segura escogiendo las dos opciones) tuvieron un dominical encuentro bucólico que pretendió aparentar paz, aunque sabido es que El Breve se queja de que El Alto (de bigotito) pretende, con el caso Oaxaca como pretexto, instalar un minimato en el que el actual capellán de Gobernación, San Carlos Abascal, sea confirmado en el cargo, y en el que la debilidad del presuntamente entrante le impida cobrar cuentas al pasado martucho y foxucho que por ello se niega a ser pretérito y trata de ser presente y futuro amenazantes.
Calderón sabe que el caso Oaxaca se ha estado manejando sospechosamente mal. Y que un baño de sangre en aquella entidad sería una fórmula inmejorable para acelerar las protestas en su contra. Por ello le ha sido necesario aclarar paradas con un presidente en funciones que parecería trabajar en contra del michoacano y que en ocasiones semeja estar muy interesado en crear caos interino que impidiera la toma de posesión de quien fue malquerido como secretario de Energía y ahora lo es como presidente en ciernes.
Por ello, la cita dominical en San Cristobal Camp ha sido un último ajuste de criterios antes de que en esta semana el gobierno federal se dé por bien notificado del problema que causó, se horrorice ante él e (hipocresía, siempre hipocresía) inmediatamente ordene que se restablezca el orden público a cachiporrazos y disparos de gas lacrimógeno y de armas de fuego. Oaxaca es resultado de las grandes fallas políticas del foxismo, pero el estallido pretende ser endosado a la cuenta de Calderón mediante tácticas dilatorias (la carta del abad Scal a la APPO y los profesores de la sección 22) que hagan a Felipe cometer, como mandatario impugnadísimo, su heredado error político de diciembre.
Pero, por más que se hagan fotografiar en locaciones rancheras, los dos presidentes siguen sin entender la razón profunda de lo que sucede en Oaxaca y en buena parte del país. Los mecanismos oficiales de interlocución ya no funcionan, y el entramado institucional que durante décadas garantizó cierta estabilidad política y social (combinando, en dosis a gusto de los gobernantes en turno, la corrupción, la mediatización y la represión) ahora sólo genera enojo ciudadano y ficciones como las engoladas mesas de negociación que Bucareli ha montado sin la presencia de las partes realmente importantes que son la APPO y el magisterio de la sección 22 del SNTE.
El uso del caso Oaxaca como bomba transexenal que mantenga a Calderón uncido a los proyectos de continuismo que ha diseñado la pareja presidencial es sólo una muestra de las reyertas internas que se viven entre Los Pinos y la casa calderonista de transición y entre ésta y la oficina del dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, rudimentario operador de tercera línea que luego de ciertos forcejeos con la pareja martística se alineó con la Señora Presidenta y ahora ejerce funciones de marcaje, provocación y contención del felipismo. El mencionado Espino ha arrebatado al débil Felipe las coordinaciones de bancadas legislativas y, aduciendo un peculiar aire de independencia del PAN respecto del próximo presidente, sostiene un cotidiano pleito tú a tú con Calderón, a tal grado que los "estrategas" bonsai del michoacano inscriben a la elite directiva espinista entre los escollos importantes rumbo a la toma del poder.
Mal momento para las desgarraduras internas (el secretario de Marina inventa cada día peores excusas para hablar de los vuelos amenazantes que sobre Oaxaca ha lanzado, mientras el titular de la Sedena advierte que él, Gerardo Clemente Vega, nada más recibe órdenes del Presidente de la República). Porque justamente esta semana habrá de ser de definiciones mayores. Ni Abascal ni ningún otro funcionario del foxismo está en condiciones de arreglar Oaxaca, porque tanto monseñor Carlos María como sus acólitos carecen de formación política y su mayor mérito estriba en encomendar los conflictos terrenos a la voluntad divina. La anemia política de los gobernantes contrasta con la habilidad de los dirigentes del movimiento oaxaqueño, especializados en asambleas, movilizaciones y negociación. Abascal juega a ponerse serio y a lanzar un ultimátum por aquí y otro por allá, pero cada vez le es más difícil el camino político, y no porque sea inviable, sino porque el secretario de Gobernación no sabe hacer política y lo que toca lo convierte en crisis.
La estancia de los oaxaqueños en el Distrito Federal colocará en peor condición al diazordacismo foxista latente. Al flanco específico de la ciudad de Oaxaca (donde Ulises Ruiz trama diariamente actos de provocación) habrá que agregar la movilización en la capital del país. La solidaridad con ese movimiento oaxaqueño, y la exigencia incansable de que no haya represión, hacen a Los Pinos cada día más caro política y socialmente el uso del expediente Atenco.
Con un agregado: la historia de gran democracia y alegre gobierno que en complicidad con los medios, sobre todo los electrónicos, ha impuesto la plutocracia como verdad dominante se descascara cuando se confronta esa visión virtual con la realidad de un México agraviado que se manifiesta en las calles y en la lucha política. El reino de la percepción con el que se impuso el fraude electoral, y que mantiene todavía embebidos a muchos ciudadanos cuya única fuente de información política son los programas de las televisoras o los comentarios radiofónicos alineados, se diluye cuando, a la retahíla de lugares comunes que esa tele y radio inculcan, se oponen movimientos y acciones como los oaxaqueños, que nos dicen a todos que la paciencia popular está al límite y que por más manipulación de conciencias que los gobiernos del espot ordenen, la realidad real sigue insatisfecha y, en casos como los de quienes hoy arriban al DF, movilizada.
¡Hasta mañana, en esta columna que ya ve al PRI encaminado a aprobar, junto al PAN, una "reforma hacendaria integral"!
Fax: 56 05 20 99 juliohdz@jornada.com.mx
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