Explosión en Oaxaca
Alejandro Gertz Manero
27 de septiembre de 2006
Para llegar al fondo de la violencia desatada en Oaxaca es necesario retroceder en nuestra historia política reciente, hasta llegar al conflicto irreductible entre Madrazo y Gordillo, cuando el primero decidió llevar hasta las últimas consecuencias su ambición para obtener la candidatura a la Presidencia de la República, apoderándose del PRI como instrumento de confrontación y de lucha contra el gobierno actual; mientras Gordillo encabezaba un proyecto afín a los intereses del Sindicato de Trabajadores de la Educación, que históricamente ha fungido como un aliado institucional de gran eficiencia y confiabilidad para cualquier gobierno, a cambio de los territorios de poder y los fondos sindicales que se le entregan a los dirigentes del SNTE y que son la base de su fuerza corporativa y estructural.
En la confrontación despiadada entre ambos líderes políticos las primeras batallas le favorecieron a Madrazo, quien casi aniquiló a Gordillo y a sus seguidores expulsándolos del partido, de la Cámara de Diputados y del control político de muchos territorios; y para lograr ese fin, el gobernador oaxaqueño José Murat y sus incondicionales, como Ulises Ruiz, fueron instrumentos muy útiles para colocar a Madrazo en el control político del PRI, a costa de la profesora.
A partir de esa primera trifulca la lucha entre ambos fue despiadada, y mientras Madrazo sólo sabía confrontarse, Elba Esther cumplió con las funciones tradicionales del Sindicato de Robles Martínez, de Sansores Pérez, de Jongitud Barrios y tantos otros líderes del SNTE, que siempre actuaron como "soldados del gobierno" ante cualquier administración en turno; y así, cuando llegaron las elecciones, la enorme fuerza operativa del Sindicato, su partido satélite y las alianzas establecidas rindieron sus frutos y Madrazo fue destruido políticamente, aun cuando sus cuadros dirigentes prevalecieron precariamente.
Ese fue el momento de cobrar las cuentas pendientes con el reino de Murat y sus adeptos para que no hubiera duda de lo que les ocurre a quienes se equivocan y pierden en política; y así comenzó una persecución implacable contra Ulises Ruiz, delfín de Murat, que fue cercado por la Sección 22 del SNTE, en un asedio en el que el gobernador dio cátedra del autoritarismo y de la insensibilidad que le son propios a los inexpertos en nuestra política vernácula.
La combinación de soberbia trasnochada y debilidad intrínseca del gobernador generó el caldo de cultivo para que los grupos políticos que proliferan en Oaxaca y que forman una red intrincada de intereses, extorsiones, privilegios y prebendas fueran husmeando por dónde iba la jugada y dónde estaba el botín; y así se fue construyendo este fenómeno de violencia que ya lleva cuatro meses, y en el cual los costos son cada día más altos, ya que los perdedores Ruíz y Murat no se rinden y han logrado el apoyo de los gobernadores priístas.
En estas circunstancias, en que el "aseo político" que tanto ponderaba el ínclito maestro Don Enrique Olivares Santana, ha estado tan ausente, lo único que podemos esperar es que el destino final del gobernador oaxaqueño y la entronización priísta de la profesora Gordillo se den lo más pronto posible y con la menor violencia, para que así el PRI transite hacia su verdadera vocación de instrumento del poder, lo cual permitirá que los gobernadores de ese partido mantengan la autonomía de sus señoríos medioevales, y el nuevo gobierno cuente momentáneamente con un aliado invaluable, pero muy costoso.
Alejandro Gertz Manero
27 de septiembre de 2006
Para llegar al fondo de la violencia desatada en Oaxaca es necesario retroceder en nuestra historia política reciente, hasta llegar al conflicto irreductible entre Madrazo y Gordillo, cuando el primero decidió llevar hasta las últimas consecuencias su ambición para obtener la candidatura a la Presidencia de la República, apoderándose del PRI como instrumento de confrontación y de lucha contra el gobierno actual; mientras Gordillo encabezaba un proyecto afín a los intereses del Sindicato de Trabajadores de la Educación, que históricamente ha fungido como un aliado institucional de gran eficiencia y confiabilidad para cualquier gobierno, a cambio de los territorios de poder y los fondos sindicales que se le entregan a los dirigentes del SNTE y que son la base de su fuerza corporativa y estructural.
En la confrontación despiadada entre ambos líderes políticos las primeras batallas le favorecieron a Madrazo, quien casi aniquiló a Gordillo y a sus seguidores expulsándolos del partido, de la Cámara de Diputados y del control político de muchos territorios; y para lograr ese fin, el gobernador oaxaqueño José Murat y sus incondicionales, como Ulises Ruiz, fueron instrumentos muy útiles para colocar a Madrazo en el control político del PRI, a costa de la profesora.
A partir de esa primera trifulca la lucha entre ambos fue despiadada, y mientras Madrazo sólo sabía confrontarse, Elba Esther cumplió con las funciones tradicionales del Sindicato de Robles Martínez, de Sansores Pérez, de Jongitud Barrios y tantos otros líderes del SNTE, que siempre actuaron como "soldados del gobierno" ante cualquier administración en turno; y así, cuando llegaron las elecciones, la enorme fuerza operativa del Sindicato, su partido satélite y las alianzas establecidas rindieron sus frutos y Madrazo fue destruido políticamente, aun cuando sus cuadros dirigentes prevalecieron precariamente.
Ese fue el momento de cobrar las cuentas pendientes con el reino de Murat y sus adeptos para que no hubiera duda de lo que les ocurre a quienes se equivocan y pierden en política; y así comenzó una persecución implacable contra Ulises Ruiz, delfín de Murat, que fue cercado por la Sección 22 del SNTE, en un asedio en el que el gobernador dio cátedra del autoritarismo y de la insensibilidad que le son propios a los inexpertos en nuestra política vernácula.
La combinación de soberbia trasnochada y debilidad intrínseca del gobernador generó el caldo de cultivo para que los grupos políticos que proliferan en Oaxaca y que forman una red intrincada de intereses, extorsiones, privilegios y prebendas fueran husmeando por dónde iba la jugada y dónde estaba el botín; y así se fue construyendo este fenómeno de violencia que ya lleva cuatro meses, y en el cual los costos son cada día más altos, ya que los perdedores Ruíz y Murat no se rinden y han logrado el apoyo de los gobernadores priístas.
En estas circunstancias, en que el "aseo político" que tanto ponderaba el ínclito maestro Don Enrique Olivares Santana, ha estado tan ausente, lo único que podemos esperar es que el destino final del gobernador oaxaqueño y la entronización priísta de la profesora Gordillo se den lo más pronto posible y con la menor violencia, para que así el PRI transite hacia su verdadera vocación de instrumento del poder, lo cual permitirá que los gobernadores de ese partido mantengan la autonomía de sus señoríos medioevales, y el nuevo gobierno cuente momentáneamente con un aliado invaluable, pero muy costoso.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home